¿Cómo una persona puede dejar de ser perfeccionista?
- Miguel

- 31 oct
- 4 Min. de lectura

Si estás leyendo esto probablemente ya conoces esa sensación. Ese peso constante de nunca estar a la altura, de revisar todo mil veces, de sentir que cualquier error es catastrófico. El perfeccionismo no es lo que parece desde afuera. Desde dentro es agotador, y tú lo sabes.
Pero ¿te has preguntado alguna vez de dónde viene eso?
Una voz que no es tuya
Cuando te exiges tanto, cuando te castigas por cada pequeño fallo, cuando sientes que nada de lo que haces es suficiente... ¿de quién es esa voz que habla?
Porque algo curioso pasa cuando empiezas a prestarle atención: no suena exactamente como tú. Tiene un tono, una forma de decir las cosas, una dureza que viene de otro lado.
Si pudieras ponerle cara a esa voz, ¿de quién sería?
Normalmente, cuando una persona se hace esta pregunta de verdad, aparece alguien. Alguien de la infancia. Un padre, una madre, tal vez un abuelo, un maestro. Alguien importante, alguien cuya mirada significaba todo.
¿Recuerdas cómo te miraba esa persona cuando te equivocabas? ¿Qué pasaba en esos momentos?
Lo que aprendiste sin darte cuenta
De niños aprendemos cosas que nadie nos enseña explícitamente. Aprendemos leyendo gestos, silencios, miradas. Aprendemos qué necesitamos hacer para sentirnos seguros, para ser queridos, para que no nos abandonen.
Si cada vez que cometías un error había decepción, si cuando no llegabas a cierta expectativa el amor se enfriaba un poco, si aprendiste que solo eras valioso cuando lo hacías todo bien... ¿qué conclusión sacarías?
Probablemente la misma que sacaste entonces: "Tengo que ser perfecto para que me quieran. Tengo que ser perfecto para estar a salvo".
¿Y funcionó? ¿Te sientes realmente a salvo ahora?
El miedo que no se nombra
El perfeccionismo rara vez es sobre querer ser excelente. Casi siempre es sobre tener miedo.
Miedo a qué, exactamente, eso ya es más personal. Puede ser miedo al abandono, al rechazo, a decepcionar, a que descubran que no eres lo que aparentas. Puede ser el terror a revivir una sensación muy antigua, de cuando eras pequeño y no entendías por qué de repente ya no eras suficiente.
¿Qué es lo peor que crees que pasaría si dejaras de ser perfecto?
Cuando te haces esa pregunta y la respondes honestamente, suele aparecer algo revelador. No se trata de que el trabajo te salga mal o de que cometas un error. Se trata de algo mucho más profundo: "Si no soy perfecto, me van a abandonar. Si fallo, no valgo nada. Si me muestro como soy, me van a rechazar".
¿Te suena?
La persona que te pide perfección
Vale la pena que te sientes un rato con esto. No para encontrar respuestas rápidas, sino para mirar de verdad.
¿Quién es esa persona cuya aprobación aún estás buscando? ¿Qué recuerdos aparecen cuando piensas en ella? ¿Qué aprendiste sobre ti mismo en su presencia?
Puede que descubras cosas incómodas. Algo en esa relación te enseñó que tu valor dependía de tu desempeño, que el amor no era incondicional, que tenías que ganarte tu lugar constantemente.
¿Qué hacías para conseguir su aprobación? ¿Y qué parte de ti tuviste que esconder o negar para lograrlo?
Cuando el escudo se vuelve prisión
El perfeccionismo fue, en su momento, una estrategia de supervivencia. Una forma de protegerte, de asegurarte de que no te harían daño otra vez. Si eras impecable, si no fallabas nunca, si cumplías todas las expectativas, entonces estarías a salvo.
¿Pero te sientes a salvo ahora? ¿O sientes que vives en una tensión constante, esperando el momento en que todo se desmorone, en que alguien descubra que no eres perfecto?
Lo paradójico del perfeccionismo es que promete seguridad pero entrega ansiedad. Promete amor pero entrega soledad, porque nunca puedes mostrarte realmente como eres.
¿Cuándo fue la última vez que alguien te vio de verdad, con tus fallos, con tus dudas, con tu vulnerabilidad?
La ilusión que sostienes
Hay algo que quizás no quieras escuchar, pero que vale la pena considerar: todo ese esfuerzo por ser perfecto no está logrando lo que crees que está logrando.
No te está haciendo más querible. No te está protegiendo realmente. No está evitando que la gente te decepcione o te abandone. Solo te está agotando.
Porque la verdad es que las personas que te van a querer, te van a querer con tus errores. Y las que no, no lo harán aunque seas perfecto. Y esa persona de tu infancia, cuya aprobación aún buscas... tal vez nunca te la dio realmente, sin importar cuánto te esforzaras.
¿Qué estás evitando sentir con toda esta exigencia? ¿Qué dolor antiguo estás tratando de no revivir?
La diferencia entre su voz y la tuya
Hay un momento importante en esto, y es cuando empiezas a distinguir qué es lo que tú realmente quieres y qué es lo que esa voz interna te exige.
¿Tú quieres hacer las cosas bien o necesitas ser perfecto para sentirte seguro?
¿Tú disfrutas lo que haces o lo haces para evitar la ansiedad de decepcionar?
¿Estás viviendo tu vida o estás tratando de cumplir con expectativas que internalizaste hace décadas?
No es una pregunta fácil de responder. Requiere que te mires con honestidad, que observes qué te mueve realmente.
¿Qué quedaría de ti si dejaras de ser perfeccionista? ¿Quién eres cuando no estás demostrando nada?
Un proceso sin recetas
No hay una fórmula para dejar de ser perfeccionista. No hay cinco pasos ni un método infalible. Porque no se trata de hacer algo diferente, se trata de mirarte de forma diferente.
Se trata de preguntarte una y otra vez: ¿de quién es esta exigencia? ¿Qué tengo miedo que pase si no soy perfecto? ¿Qué estoy evitando sentir?
Se trata de ir encontrando, poco a poco, tu propia voz debajo de todas esas voces que internalizaste. De ir descubriendo quién eres cuando no estás actuando para conseguir aprobación.
¿Estás dispuesto a mirar eso? Porque es incómodo. Es mucho más fácil seguir siendo perfeccionista, seguir con la ilusión de control, seguir evitando ese dolor antiguo.
Pero si estás leyendo esto, algo en ti ya sabe que ese camino no te lleva a ningún lado. Ya sabes que estás cansado. Ya sabes que algo tiene que cambiar.
La pregunta no es cómo dejar de ser perfeccionista. La pregunta es: ¿qué estás dispuesto a descubrir sobre ti mismo cuando dejes de serlo?
Si quieres empezar a explorarlo, estoy disponible para hablar



Comentarios