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Anamnesis: El Arte de Recordar lo Olvidado en Psicoanálisis

  • Foto del escritor: Miguel
    Miguel
  • 13 nov
  • 8 Min. de lectura
Una mujer recordando en la playa. El psicoanálisis tiene una conexión con los recuerdos.


¿Alguna vez has tenido la sensación de que algo que acabas de aprender ya lo sabías? Esa extraña familiaridad con una idea nueva, como si estuvieras recuperando algo que siempre estuvo ahí, esperando. Los griegos, que fueron los precursores de la filosofía, tenían una palabra para esto: anamnesis, que literalmente significa "recordar de nuevo".


Este concepto filosófico, que Platón desarrolló hace más de dos mil años, podría tener más que ver con tu proceso terapéutico de lo que imaginas. Porque si hay algo que comparten la filosofía platónica y el psicoanálisis es justamente esto: la convicción de que conocerse a uno mismo pasa por recordar aquello que hemos dejado en la sombra.


Qué es la Anamnesis según el filósofo Platón


Para Platón, conocer no era adquirir algo completamente nuevo, sino reconocer algo que el alma ya sabía antes de encarnarse en un cuerpo. Según su teoría, antes de nacer, nuestras almas habitaban el mundo de las Ideas, donde conocían la verdad absoluta sobre todo: la belleza, la justicia, el bien. Al nacer y quedar atrapadas en un cuerpo físico, olvidamos todo ese conocimiento.


Pero —y aquí viene lo interesante— ese olvido no es total. Las Ideas siguen ahí, latentes en algún rincón de nuestra psique. Lo que llamamos "aprender" es en realidad recordar: traer de vuelta a la consciencia lo que ya sabíamos pero habíamos olvidado. Por eso Platón llamaba a este proceso anamnesis, este movimiento de ir hacia atrás para recuperar lo perdido.


En sus diálogos, especialmente en el Menón, Platón ilustra esto con un esclavo que nunca estudió geometría pero que, mediante las preguntas adecuadas, logra "recordar" verdades matemáticas complejas. No es que Sócrates le enseñe: le ayuda a desenterrar un saber que ya poseía.


Del Mundo de las Ideas al Inconsciente


Ahora bien, si dejamos de lado la metafísica platónica sobre almas preexistentes y mundos ideales, nos queda algo sumamente valioso: la intuición de que dentro de nosotros hay un saber oculto, inaccesible a simple vista, y que el camino del conocimiento pasa por hacer consciente lo inconsciente.

¿Te suena familiar? Debería. Es prácticamente la premisa fundacional del psicoanálisis.


Freud no hablaba de Ideas eternas ni de vidas anteriores, pero sí descubrió que cargamos con experiencias, deseos y conflictos que hemos reprimido, empujado fuera de la consciencia porque resultaban demasiado dolorosos o amenazantes. Estos contenidos no desaparecen: siguen activos en el inconsciente, influyendo en nuestros sueños, actos fallidos, síntomas y decisiones sin que nos demos cuenta.


El trabajo analítico, entonces, se parece mucho a la anamnesis platónica: es un proceso de recuperación, de traer a la luz aquello que sabemos pero no sabemos que sabemos. La diferencia está en que no buscamos Ideas universales, sino historias personales, traumas olvidados, deseos prohibidos, escenas primordiales que quedaron enterradas bajo capas de defensas psíquicas.


El Diván como Espacio de Recuerdo


Cuando alguien llega a terapia psicoanalítica, rara vez llega con la historia completa. Más bien trae fragmentos, sensaciones difusas, síntomas que no logra explicar. "No sé por qué siempre elijo parejas que me abandonan", "No entiendo por qué me bloqueo cuando tengo que hablar en público", "Tengo esta angustia que no puedo nombrar".


El psicoanálisis propone que esos síntomas son, en cierto modo, recuerdos encriptados. Son formas en que el pasado olvidado insiste en hacerse presente, aunque sea de manera distorsionada. El trabajo en el diván podría facilitar una especie de anamnesis: mediante la asociación libre, los sueños, los lapsus y la relación transferencial con el analista, la persona va conectando los puntos, recuperando escenas y emociones que creía perdidas.


No se trata de una recuperación arqueológica exacta, como si estuviéramos desenterrando un objeto intacto. La memoria no funciona así. Pero sí podría tratarse de una reconstrucción que permite dar sentido a lo que antes aparecía como caótico o incomprensible.


Las Preguntas que Ayudan a Recordar


Platón creía que el conocimiento emergía a través del diálogo, especialmente mediante preguntas que desafiaban las certezas superficiales. Sócrates no daba respuestas: hacía preguntas incómodas que obligaban a su interlocutor a pensar más profundo, a cuestionar lo obvio, a recordar lo olvidado.


El analista tampoco suele dar respuestas directas. Su función no es decirte quién eres o qué te pasa, sino crear las condiciones para que tú mismo lo descubras. Una pregunta bien situada, un silencio elocuente, una interpretación que conecta dos elementos aparentemente inconexos: estas intervenciones podrían funcionar como llaves que abren puertas que habías cerrado hace tiempo.


"¿Qué te recuerda esto que acabas de decir?""Háblame de la primera vez que sentiste algo así.""¿Notaste cómo tu voz cambió cuando mencionaste a tu padre?"


Estas preguntas no agregan información nueva. Simplemente invitan a la anamnesis, a ese movimiento de volver sobre tus propios pasos y reconocer algo que estaba ahí pero que no podías ver. Es muy similar a otro concepto de la filosofía griega que ya habíamos explorado en este blog, la mayéutica.


Recordar lo que Nunca Fue Consciente


Aquí el psicoanálisis se aparta definitivamente de Platón: no todo lo que recordamos en análisis fue alguna vez plenamente consciente. Hay experiencias que vivimos siendo muy pequeños, antes de tener un lenguaje para nombrarlas. Hay sensaciones corporales, miradas, tonos de voz, ausencias que quedaron registradas de formas no verbales.


Freud hablaba de las huellas mnémicas, rastros que deja la experiencia aunque no podamos articular un recuerdo narrativo claro. Estos rastros influyen en nuestra vida adulta de maneras misteriosas: por qué ciertos olores nos tranquilizan, por qué determinados gestos ajenos nos irritan desproporcionadamente, por qué repetimos patrones que conscientemente juramos no repetir.


La anamnesis psicoanalítica, entonces, no siempre produce un recuerdo nítido tipo "¡Ah, ya sé qué pasó cuando tenía tres años!". A veces podría tratarse más bien de una comprensión emocional, una reorganización del sentido que le damos a nuestra historia. Es como si los pedazos del rompecabezas finalmente encontraran su lugar, aunque algunos sigan siendo difusos.


La Resistencia al Recuerdo


Si recordar fuera tan simple como decidir hacerlo, no necesitaríamos ni a Platón ni a Freud. Pero ambos sabían que hay algo en nosotros que se resiste al conocimiento, especialmente cuando ese conocimiento amenaza nuestra imagen de nosotros mismos o trae consigo dolor.


Platón hablaba de cómo nos aferramos a las apariencias, a las sombras en la caverna, porque salir a la luz resulta incómodo, cegador incluso. Freud describió las múltiples formas de resistencia que aparecen en el análisis: llegar tarde, cambiar de tema cuando se toca algo sensible, olvidar los sueños justo antes de la sesión, intelectualizar para evitar sentir.


Estas resistencias no son obstáculos a eliminar, sino señales valiosas. Nos muestran dónde duele, dónde hay algo importante enterrado. El trabajo analítico podría implicar navegar estas resistencias con paciencia, respetando el ritmo de cada persona, sin forzar un recuerdo que quizá todavía no puede ser integrado.


Anamnesis y Síntoma: Cuando el Cuerpo Recuerda


Hay algo fascinante en cómo el cuerpo puede recordar lo que la mente ha olvidado. Dolores sin causa médica, parálisis psicógenas, crisis de pánico que aparecen "de la nada": el psicoanálisis sugiere que estos síntomas podrían ser formas de memoria corporal, mensajes cifrados de un pasado que no encuentra otro modo de expresarse.


Freud estudió casos donde, a través del trabajo analítico, un síntoma físico podría remitir cuando la persona lograba recordar —en el sentido de hacer consciente— el conflicto emocional que lo sostenía. No es que el síntoma fuera "falso" o "fingido": era absolutamente real, pero su origen estaba en una experiencia psíquica reprimida.


Esta idea conecta profundamente con la anamnesis platónica: hay un saber en nosotros que se expresa incluso cuando no lo reconocemos. El síntoma sería como ese esclavo del Menón que sabe geometría sin saber que la sabe. El cuerpo sabe algo que la consciencia todavía no puede formular.


Transferencia: Recordar a Través de Revivir


Uno de los descubrimientos más intrigantes de Freud fue el fenómeno de la transferencia: la tendencia de las personas en análisis a revivir con el analista patrones emocionales de relaciones pasadas, especialmente con figuras parentales.


Es decir, no solo se recuerda narrando ("Mi padre era distante"), sino actuando esa memoria en la relación terapéutica ("Siento que usted no me escucha, como si no le importara lo que digo"). La persona no necesariamente es consciente de esta repetición; simplemente la vive.


Para el psicoanálisis, esta podría ser una forma privilegiada de anamnesis: recordar no con palabras, sino con afectos y vínculos. Y precisamente porque se revive en presente, hay una oportunidad única de trabajar sobre ello, de hacer consciente ese patrón y eventualmente modificarlo.


Es como si la relación analítica funcionara como un escenario donde las escenas olvidadas pueden representarse de nuevo, pero esta vez con la posibilidad de observarlas, comprenderlas, resignificarlas.


Los Límites del Recuerdo


Sería ingenuo pensar que todo puede ser recordado, que existe una verdad histórica perfectamente recuperable. La neurociencia nos ha enseñado que la memoria es reconstructiva, no reproductiva: cada vez que recordamos, modificamos un poco el recuerdo.


Además, no todas las experiencias tempranas dejan una huella accesible. Hay cosas que simplemente se perdieron en el tiempo, y hay otras que quizá sea mejor que permanezcan fuera de la consciencia para preservar cierto equilibrio psíquico.


El psicoanálisis contemporáneo es más modesto que el freudiano clásico respecto a la "recuperación de recuerdos". Hoy se entiende que el objetivo no es necesariamente acceder a una verdad histórica objetiva, sino construir una narrativa coherente que le permita a la persona darle sentido a su experiencia y vivir con menos sufrimiento.


La anamnesis, entonces, no sería tanto descubrir hechos olvidados como crear conexiones que antes no existían entre fragmentos dispersos de la propia historia. Es un trabajo de composición tanto como de recuperación.


¿Para Qué Recordar?


Tanto Platón como Freud apostaban a que conocerse —recordar quiénes somos realmente— podría liberarnos. Para Platón, la anamnesis llevaba al alma de vuelta a su naturaleza original, más sabia y plena. Para Freud, hacer consciente lo inconsciente podría aliviar el sufrimiento neurótico y ampliar la capacidad de la persona para amar y trabajar.


Por supuesto, el camino del recuerdo no es fácil ni indoloro. A menudo implica confrontar aspectos de nosotros mismos que preferíamos no ver, reconocer heridas que duelen al ser tocadas, aceptar que nuestras elecciones presentes están más condicionadas por el pasado de lo que nos gustaría admitir.

Pero la alternativa —vivir sin saber, dirigidos por fuerzas que no comprendemos— podría resultar aún más costosa. Los síntomas insisten, las repeticiones agotan, la sensación de estar desconectado de uno mismo genera un malestar sordo pero persistente.


La apuesta de la anamnesis, en su versión psicoanalítica, es que vale la pena hacer ese viaje hacia atrás no para quedarse ahí, sino para poder finalmente seguir adelante con mayor libertad.


Anamnesis en la Práctica: Un Proceso Singular


Es importante aclarar que no hay una receta única sobre cómo se desarrolla este proceso de recordar en un análisis. Cada persona trae su propia historia, sus propias defensas, su propio ritmo. Para algunos, los recuerdos emergen con relativa facilidad a través de los sueños o la asociación libre. Para otros, la anamnesis podría ser un proceso más lento, trabajoso, lleno de idas y venidas.


El psicoanálisis podría ofrecer es un espacio donde sea posible explorar, cuestionar, conectar, y donde esa exploración tenga el potencial de generar cambios en cómo la persona se relaciona consigo misma y con los demás.



Conclusión: El Valor de Mirar Hacia Atrás


La anamnesis platónica y el trabajo psicoanalítico comparten una intuición profunda: que dentro de nosotros hay un saber escondido, y que acceder a él requiere valentía, paciencia y las preguntas adecuadas. No se trata de excavar en el pasado por nostalgia o masoquismo, sino porque ese pasado sigue vivo en el presente, moldeando quiénes somos y cómo actuamos. En efecto, puede ser un hecho muy bello que proporciona una gran cantidad de significado personal.


Recordar, en este sentido, no es solo traer a la mente eventos olvidados. Es una forma de apropiarse de la propia historia, de transformar el peso del pasado en material con el que poder construir algo nuevo. Es pasar de ser víctima de una historia que nos sucede a ser, al menos en parte, autores de la narrativa de nuestra vida.


Platón creía que conocerse a uno mismo era el comienzo de la sabiduría. Freud agregó que conocerse requiere enfrentar lo que preferimos no saber. Entre ambos, construyeron una tradición que sigue viva en cada persona que, sentada en el diván o la silla de un analista, se atreve a preguntarse: "¿Qué es lo que he olvidado? ¿Qué parte de mí espera ser recordada?"


Aunque las respuestas nunca sean simples, la pregunta misma ya es el comienzo del camino de vuelta a uno mismo. Te invito a iniciar ese viaje a los recuerdos.

 
 
 

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